miércoles, 28 de enero de 2009

Nunca digas nunca

En moda, una de las verdades más aplastantes que rápidamente tienes que aceptar como dogma es la expresión de "nunca digas nunca". Y es que lo que ayer te horrorizaba, mañana puede que, al verlo con ojos más "instruídos", te encante y lo lleves sin más prejuicios. Yo, por ejemplo, cuando era pequeña no soportaba la combinación azul marino-negro. Sin embargo, ahora, con el azul noche por todas partes, pues me he rendido a esta unión cromática a la que se puede sacar tanto partido. En esto pensaba ayer cuando vi las fotos de la 15ª edición de los Screen Actors Guild Awards -los premios del Sindicato de Actores de EEUU- y aluciné con la imagen de Katie Holmes. Bob favorecedor, vestido corto de no-color firmado por Jil Sander, zapatos beige y ausencia casi total de joyas. Para mí, el mejor look de la gala por arriesgado y contemporáneo, por contenido -estamos en crisis- a la vez que trendy. Una lección de estilo que me hizo mirar con otros ojos a Katie Holmes, pues, aunque para muchos ya era considerada todo un icono de moda, para mí seguía siendo Joey Potter vestida de diseñador. Tendremos que seguir de cerca su evolución, a ver si nos obsequia con otros "grandes momentos de moda" como éste.

lunes, 19 de enero de 2009

Los años 70 de Harvey Milk

Ayer fui al cine a ver Mi nombre es Harvey Milk, la última película de Gus Van Sant, y me quedé con un buen sabor de boca, aunque fuera a verla en versión doblada, un sacrilegio, lo sé. Se trata de una fiel reproducción de lo que fue la vida y la lucha del primer político abiertamente homosexual que consiguió ocupar un cargo público, concretamente como miembro del San Francisco Board of Supervisors, a finales de los años 70. Una historia con un punto de partida ya de por sí muy interesante, pues es alucinante ver como, tan sólo 30 años atrás, se vivió una auténtica cruzada contra los homosexuales en Estados Unidos, tachándoles de “enfermos” y poniéndoles en el mismo saco que “ladrones” o “violadores”. Alucinante, como decía.

Sean Penn es el cargado de dar vida al protagonista y, como es habitual en este actor que yo tanto admiro, nos brinda una actuación memorable. ¿Cómo puede ser tan bueno? Para mí, debería estar nominado cada año, pues desde Pena de muerte hasta Mystic River pasando por 21 gramos o Giro al infierno en cada película marca la diferencia, pues dejas de verlo a él para dejarte llevar completamente por el personaje que interpreta. Una gozada, vamos. En esta ocasión, sin embargo, no es el único que se luce. Destaca también James Brolin, quien interpreta al supervisor católico y perturbado que un fatídico día de noviembre de 1978 acabó con la vida de Milk y del alcalde de San Francisco, George Moscone, a plena luz del día con sendos disparos a bocajarro en el mismo ayuntamiento de la ciudad. El guapísimo James Franco interpreta al primer novio de Milk, mientras que el mexicano Diego Luna borda el papel de una reinona desequilibrada con un cardado imposible que llegará a seducir al protagonista en la segunda mitad del film.

¿Y la moda? Os preguntaréis. Pues, a diferencia de la banda sonora, llena de clásicos de los 70 y de la iconografía gay que te cautivan, el vestuario no parece ser uno de los aspectos más cuidados de la producción. Lo digo porque, en general, no ayuda demasiado a la construcción de cada personaje y se resuelve en fórmulas un tanto fáciles: camisetas y tejanos ajustados para los más jóvenes y revolucionarios, y trajes de 3 piezas para los más serios y conservadores. Nada innovador, que digamos. Realizado por Danny Glicker, sin embargo, sí ha habido un buen trabajo de documentación y se han recreado modelos originales que lució Harvey Milk en persona. Una memorable lección de cine social (no tanto de diseño de vestuario).

viernes, 16 de enero de 2009

Un estrany sentiment de culpabilitat

Model de la línia Velvet de la col.lecció Tardor-Hivern 2008-09

Estar sense feina i anar de shopping és una combinació que no havia provat fins a aquest matí. Havent treballat des que em vaig llicenciar, una està habituada a disposar dels seus diners i, normalment, acostumo a comprar-me allò que m’agrada, en un obligat equilibri entre moda low-cost –sóc fan de Blanco– i peces més especials. D’aquest últim apartat, una de les meves debililitats confessables són les sabates de Juan Antonio López, el meu dissenyador fetitx quan es tracta de vestir els peus. El seu estil, überfemení i sexy, m’encanta i, a més, té el plus que es tracta de sabates còmodes, tot i que tinguin tacons impossibles. Els seus preus, no obstant, són massa elevats per a una mileurista, així que sempre he aprofitat les rebaixes –directament un 50%- per comprar-hi. Fins avui. I és que aquest matí he sortit de casa amb la idea de trobar un abric –després de l’ús intens a París l’actual necessita renovar-se–, però no hi ha hagut sort. Així que, quasi sense voler-ho, els meus peus han començat a dirigir-se cap al número 240 del carrer Consell de Cent, on es troba la botiga de Juan Antonio López. Ara, una vegada davant, no he gosat entrar-hi. Un estrany (i nou) sentiment de culpabilitat ha aparegut i m’ha negat del plaer de provar-me (i comprar-me) alguna de les seves creacions, massa “especials” per a una noia sense feina. Bé, això és el que he pensat en aquells moments, quan he tornat sobre els meus passos i he agafat el metro sense pensar-m’ho dues vegades. Ja sé que hauria de tenir altres preocupacions en aquests moments –i les tinc, no patiu–, però ara per ara no em puc treure la imatge de les sabates de Juan Antonio López del cap. És que són tan maques, ais!

jueves, 15 de enero de 2009

Harta

Mientras hoy todo el mundo habla de esto, yo he prefirido centrarme en la nueva campaña de Louis Vuitton con Madonna como protagonista. Unas imágenes que se adelantaron en diciembre, como viene siendo habitual dentro de la campaña de marketing de la legendaria maison, pero que, sumadas a los recientes lanzamientos de Miu Miu con Katie Holmes y Emporio Armani con Victoria Beckham, me sirven para cuestionarme dónde exactamente quieren posicionarse las grandes firmas de moda a día de hoy.

Campaña Primavera-Verano 2009. Steven Meisel

Estamos en 2009 y en mi opinión la era de las celebrities está empezando ya a mostrar signos de fatiga, como demuestra, por ejemplo, la crisis que afecta a VOGUE USA, publicación que ha hecho de las estrellas su principal contenido, poniendo a la moda en segundo lugar. Y es que, como afirmaba una lectora de dicha revista, ¿no estáis aburridos de ver siempre lo mismo? Porque yo sí, la verdad. Ha llegado un punto que tal es el baile de nombres y caras conocidas que vemos hoy día en publicidad (o en colaboraciones con firmas de moda; o en portadas de revistas) que, a mí, personalmente, ya no me suscita ningún interés. Si además le añadimos que, detrás, acostumbran a estar siempre los mismos fotógrafos –véase el tándem Mert & Marcus para esta primavera 2009– las campañas se impregnan de un estilo similar, las estrellas se convierten en casi irreconocibles, y al final la homogeneización se hace más que evidente. Y cansina. ¿Dónde están las grandes ideas? ¿Dónde está la voluntad de marcar la diferencia? Creo, seriamente, que los directores creativos tienen que hacerse un replanteamiento o que los CEO tienen que empezar a fichar a mentes más jóvenes. Pero volvamos a Louis Vuitton.

Campaña Otoño 2007. Annie Leibovitz

No entiendo como una marca que ha sido capaz de crear una campaña tan coherente, bella y efectiva como Journeys, firmada por Annie Leibovitz en 2007 (con una aplaudida secuela de 2008), ahora vuelva a la carga con Madonna en plan sensual y provocativo. Las instantáneas, firmadas por Steven Meisel, no me horrorizan, el problema es que no entiendo qué quiere transmitir con ellas y, más concretamente, con Madonna. Ya sé que cada acción publicitaria tiene diferentes objetivos, pero me entristece pensar que para las colecciones de moda siempre se recurra a lo mismo. Por favor, nuevas fórmulas para nuevos tiempos y, sobretodo, más riesgo. Parece que se les ha olvidado que la moda, sin riesgo, no es moda, es puro aburrimiento.

miércoles, 7 de enero de 2009

MAD MEN: Cuando la tele influyó a la moda

Mad Men no es una serie cualquiera. Reconozco que, de momento, no soy una fan acérrima de su trama -tan sólo he visto algún que otro capítulo de la primera temporada, aunque, eso sí, tengo ganas de más-, pero, sin duda, sí lo soy de su estética. Ambientada en el Nueva York de los años 60, se nota que ha habido un trabajo de producción minucioso tras cada secuencia. El peinado de su protagonista, Don Draper, que ya ha creado escuela; las faldas evasée típicas de los 50 que se moderan cuando se trata de ir a trabajar; las rebecas femeninas que se ajustan al cuerpo; las estolas de piel que ornamentan abrigos; los estampados florales; etc. Cada estilismo es una lección de suma elegancia, representantiva de una época, los 60, que personalmente adoro pero que desgraciadamente ya no existe, pues por más que los diseñadores se empeñen en revisitarla, la actitud ya nunca será la misma.

Excepto en Mad Med, claro. Este gran trabajo de ambientación se lo debemos a la diseñadora de vestuario Janie Bryant, a quien, según afirmó este agosto en una entrevista al International Herald Tribune, le encanta arreglarse, incluso, para ir al set de rodaje. Esto se nota en todos y cada uno de los personajes de la serie, pues cada detalle está pensado y muy cuidado. En dicha entrevista, reconoce que está entusiasmada con la gran acogida de la serie y que si ésta “sirve para animar a la gente a arreglarse más, creo que es fantástico”. Una actitud que comparto y a la que pueden contribuir la colección de este otoño-invierno de Michael Kors o la actual crucero de Prada; ambos inspirados -en diferente medida- por el gran trabajo de Mrs. Bryant. Ahora que se ha estrenado la segunda temporada en nuestro país, tan sólo tengo ganas de que llegue el sábado para admirar más estilismos. Creo que ya sé de qué voy a disfrazarme este Carnaval... (¡y mira que no me gusta disfrazarme!)

Colección Otoño-Invierno 2008-2009 Michael Kors. Fotos: Marcio Madeira