lunes, 19 de enero de 2009

Los años 70 de Harvey Milk

Ayer fui al cine a ver Mi nombre es Harvey Milk, la última película de Gus Van Sant, y me quedé con un buen sabor de boca, aunque fuera a verla en versión doblada, un sacrilegio, lo sé. Se trata de una fiel reproducción de lo que fue la vida y la lucha del primer político abiertamente homosexual que consiguió ocupar un cargo público, concretamente como miembro del San Francisco Board of Supervisors, a finales de los años 70. Una historia con un punto de partida ya de por sí muy interesante, pues es alucinante ver como, tan sólo 30 años atrás, se vivió una auténtica cruzada contra los homosexuales en Estados Unidos, tachándoles de “enfermos” y poniéndoles en el mismo saco que “ladrones” o “violadores”. Alucinante, como decía.

Sean Penn es el cargado de dar vida al protagonista y, como es habitual en este actor que yo tanto admiro, nos brinda una actuación memorable. ¿Cómo puede ser tan bueno? Para mí, debería estar nominado cada año, pues desde Pena de muerte hasta Mystic River pasando por 21 gramos o Giro al infierno en cada película marca la diferencia, pues dejas de verlo a él para dejarte llevar completamente por el personaje que interpreta. Una gozada, vamos. En esta ocasión, sin embargo, no es el único que se luce. Destaca también James Brolin, quien interpreta al supervisor católico y perturbado que un fatídico día de noviembre de 1978 acabó con la vida de Milk y del alcalde de San Francisco, George Moscone, a plena luz del día con sendos disparos a bocajarro en el mismo ayuntamiento de la ciudad. El guapísimo James Franco interpreta al primer novio de Milk, mientras que el mexicano Diego Luna borda el papel de una reinona desequilibrada con un cardado imposible que llegará a seducir al protagonista en la segunda mitad del film.

¿Y la moda? Os preguntaréis. Pues, a diferencia de la banda sonora, llena de clásicos de los 70 y de la iconografía gay que te cautivan, el vestuario no parece ser uno de los aspectos más cuidados de la producción. Lo digo porque, en general, no ayuda demasiado a la construcción de cada personaje y se resuelve en fórmulas un tanto fáciles: camisetas y tejanos ajustados para los más jóvenes y revolucionarios, y trajes de 3 piezas para los más serios y conservadores. Nada innovador, que digamos. Realizado por Danny Glicker, sin embargo, sí ha habido un buen trabajo de documentación y se han recreado modelos originales que lució Harvey Milk en persona. Una memorable lección de cine social (no tanto de diseño de vestuario).

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